viernes, 8 de junio de 2012

ESO; A LO QUE NO SUELE LLAMÁRSELE POR SU NOMBRE.

He pasado situaciones tan duras y difíciles en la vida, que esta circunstancia actual, se me antoja como pasar una vulgar gripe.

He visto de cerca tantas veces la cara de la muerte, que pienso que ahora tiene más miedo ella de verme a mí, que yo a ella.
Y es que si partimos de la base que la vida es “finita” no nos tiene que preocupar o acongojar absolutamente nada en esta vida. Por lo menos eso es lo que yo pienso y creo profundamente.

Las personas somos más fuertes de lo que perecemos y de lo que nosotros mismos nos creemos, el truco está en tomar consciencia de lo que realmente somos y vivir la vida tal y como es: Un corto episodio en el espacio infinito. Como un grano de arena en una inmensa playa estelar. Todo lo demás son tonterías, supersticiones y pura ignorancia. (Incluidas todas las religiones. Con perdón para los creyentes.)
Y estúpido, cobarde y de ignorantes es no llamar a las cosas por su nombre, (perdón señora, señor, ya sé que a ustedes hay cosas que no le parecen correctas y les escandalizan, como hacer el amor con la luz encendida. Pues lo siento mucho pero se tendrán que joder porque este es un escrito para gente adulta, realista e inteligente,) por ejemplo, a quien se le ocurriría decir: “Me siento obturado con un exceso de mocos y una frecuencia excesiva de estornudos.” En lugar de decir: “Estoy resfriado.” O en el peor de los casos, “Tengo la gripe.” (Se entiende que la normal, no la que está de “moda” y que se ha elaborado en algún laboratorio con el fin de hacer un poco de “limpieza étnica” y ganar un dinerillo extra por parte de quienes la crearon, porque los pobres, son pobres, valga la redundancia.”)

O decir: “Está enfermo, tiene una dolencia “mala” o,”fea”, en lugar de decir: Tiene cáncer.
Tanto nos asustan las palabras y su significado. ¿O nos asusta más nuestra debilidad y flaqueza ante la adversidad? Lo que sucede es que tenemos miedo a la muerte y hasta cierto punto es lógico. Nos sentimos, y de hecho somos, muy vulnerables, pero no nos queremos dar cuenta de ello porque de lo contrario veríamos que no somos nada, ¡¡HORROR!!  Sin ningún tipo de duda, somos una raza débil, estúpida y llena de perjuicios.

Como puede ser que, tan henchidos de orgullo, algunos de dinero -que no ricos,- rellenos de prepotencia, repletos de avaricia, colmados de autosuficiencia,  saturados de egocentrismo y preñados de incompetencia e imbecilidad, y aún no seamos capaces de hacer y reconocer lo más natural de este mundo: Decir las cosas por su nombre. Así de simple, de sencillo y, sobre todo, natural.
Lo malo es que cuando alguien se atreve a hacerlo, a llamar las cosas por su nombre, a decir la verdad, y en todos los ámbitos de la vida, es objetivo de escarnio, se le vilipendia, se le quiere apartar como si de un leproso se tratara, se le dice aquella frase digna del mayor de los imbéciles: “No es políticamente correcto” (como si la política fuera espejo para reflejarse las personas decentes) y hasta se le llega a insultar y amenazar.

Uno es lo que es y no lo que los otros creen que es, y debe morir con la misma dignidad con la que ha vivido. Porque no les quepa duda alguna, que quien vive con valentía y dignidad, sabe morir del mismo modo.
¿Puede usted hacer y decir lo mismo?

Piénselo. Y sobre todo, sea leal consigo mismo, pues está solo.