miércoles, 3 de agosto de 2011

AMIGOS, ENEMIGOS, PERSONAS.

Uno cree que tiene amigos. Uno sabe que tiene amigos. Tal vez piense que aquellos a los que él considera amigos, también le correspondan en este mismo sentimiento, aunque a veces tal vez no sea así. Quien puede saberlo.

Pero cuando uno realmente siente la amistad de aquellos a quien considera como a tales, es cuando en un momento de la vida les tiene que comunicar una noticia importante, grave, tal vez trascendental para uno mismo.
En este momento y solo en este momento, uno se da realmente cuenta de qué es un amigo. De qué siente un amigo. De cómo se expresa un amigo, aunque su boca no haya pronunciado palabra alguna. Basta con mirarle a los ojos. Basta con ver su expresión corporal. Basta con sentir su propia alma al lado de tu corazón.

Y es en aquel preciso instante cuando, si fuera preciso, cambiarías tu propia vida por aquella persona. Porque ella se siente tan cerca de ti que su sola presencia te llena de júbilo. Porque realmente en aquel momento, estés como estés, te sientas como te sientas, te consideras el hombre más afortunado y rico del universo.
El teléfono había estado callado toda la mañana. Súbitamente empezó a emitir su característico y musical sonido.

¡Hola!, dije al descolgar.
Al otro lado una voz conocida me espetó: ¿Cómo ha ido, que te ha dicho el médico?

Tengo cáncer. De colon. Dije.
Se hizo un silencio.

Al cabo de unos segundos que parecieron horas dije, estoy bien y lo voy a superar.
Una voz entrecortada dijo un escueto, “sí.”

Creo que lo vamos a coger a tiempo y la intervención será limpia. Repuse.
La misma voz aún más entrecortada volvió a asentir con otro corto, “sí.”

Venga, no te preocupes, aún voy a darte el coñazo mucho tiempo. Añadí.
Casi en sollozos, que no pudo disimular aunque lo intentó, volvió a decir “sí” muy escuetamente, y colgó.

Lo primero que me vino a la cabeza fue lo mal que lo estaría pasando en aquel momento aquella persona. Y el corazón se me estremeció. Y en lugar de sentir compasión por mí, que a fin de cuentas era el afectado, este sentimiento lo percibí por aquella persona. Y sentí no estar a su lado para abrazarle.
Se corre la voz. Y a medida que vas hablando con todos ell@s, con los amig@s, te das cuenta de lo importantes que son en tu vida, para ti mismo y para tu familia. Y una agradable sensación sacude todo tu cuerpo de pies a cabeza dándote, si cabe, mayor fuerza.

Y entonces te sientes grande. Te sientes feliz. Te sientes muy acompañado.
Se ha dicho siempre que a una persona se la “mide y valora” en función de los enemigos que tiene. Es decir, cuantos más enemigos y de mayor calado que estos sean, más relevante es el sujeto.

Pienso que ello es cierto, pero para mí es totalmente irrelevante.
Por ejemplo, para mí que una serie de individuos, (ya puede ser la vecina de abajo. El que te encuentras “paseando” por la calle mientras hace creer que trabaja cuando en realidad está al acecho de algún nuevo tapujo o de una nueva comisión ilegal. A quien se cree ser un empresario cuando solo es un pobre diablo ego centrista más henchido de mediocridad que de talento. Al que está o ha estado como funcionario, porque en otro lugar más serio y profesional no le acogerían ni de guasa; etc., etc.,) de este “talante” puedan considerarse enemigos acérrimos con visibles manifestaciones que, más que ofensivas, están en la línea de su propia idiotez, me trae sin cuidado porque ellos no tienen, ni han tenido nunca, ni tendrán, ningún tipo de valor.

Sin embargo, aquellas otras personas que a través del tiempo te han ido conociendo. Que has conllevado con ellas momentos de toda índole, intimando y compartiendo situaciones que, a menudo, ni con la familia compartes. Que aunque discrepando en ocasiones, están siempre a tu lado. Estas personas no tienen precio. Estos son realmente, los auténticos amigos.
Y los amigos están siempre ahí. En las ocasiones más banales y divertidas y en las más serias y dramáticas. En las situaciones de placer y jolgorio o en las comprometidas y serias. En los momentos de dolor y en los de alegría. Ellos están siempre. Y en cualquier situación.

Y a pesar de ello hay un día en el que te das cuenta que tal vez no los has sabido valorar como realmente se merecen. Que a pesar de quererlos con el alma y de forma desinteresada, posiblemente aún hubieras podido darte y darles un poco más. Y entonces te das cuenta de que posiblemente no has hecho todo lo que podías hacer de la misma forma que también te das cuenta que nunca es demasiado tarde para hacerlo o por lo menos, para intentarlo.
A todas las entrañables personas que me rodean y, sobre todo, a todos mis amigos.

PD.:
Y a mis enemigos: Carpe Diem. (*) Y añadiría: “No perdáis el tiempo conmigo, no os merezco.”

(*) Carpe Diem: "Goza del día"; viene del latín, Carpo-Capsi-Captum. Generalmente viene a significar "Vive el Presente".
La frase completa es "Diem loquimor fugerit in vita aetas: carpe diem, quam minimun crédula postero": " Mientras hablamos, huye el envidioso tiempo, goza el día y no confíes lo más mínimo en el mañana.

 
http://www.ferrando.w.pw

No hay comentarios:

Publicar un comentario